Texto: Josefina Salomón Ilustración: Jonathan Gómez
Organizaciones internacionales abriéndose camino en América Latina, cambios en los mercados de cocaína que dan paso a la irrupción de drogas sintéticas y grupos regionales que sacan provecho de las vulnerabilidades de las personas migrantes. Estas son algunas de las nuevas dinámicas criminales que el investigador, periodista, y miembro de la red de expertos de In.Visibles, Douglas Farah ha identificado como parte de lo que llama “la cuarta ola criminal transnacional”.
En una conversación con In.Visibles, reflexiona sobre el presente y el futuro de la violencia y la criminalidad en América Latina y la efectividad de las políticas públicas.
In.Visibles (IV): ¿Cuáles son los principales cambios que has identificado en las dinámicas criminales en América Latina?
Douglas Farah (DF): En primer lugar, la entrada de grupos de fuera de la región, incluyendo la ‘Ndrangheta italiana, las mafias albanesas, los grupos de Turquía. Estos son grupos que introducen nuevos mercados y nuevas metodologías. Esto se da en parte porque el mercado de drogas ha cambiado drásticamente. En Estados Unidos, el consumo de cocaína ha bajado un 50% mientras que ha aumentado muchísimo en Europa y en América Latina. Un kilo de cocaína hoy vale unos US$ 17.000 dólares en Miami, US$ 40.000 en Madrid, tanto como US$ 70.000 en países de Europa del este y puede llegar a unos US$ 250.000 en Australia. Mientras tanto, en Estados Unidos, las drogas sintéticas están tomando el lugar que dejó la cocaína. Estas drogas son muchísimo más difíciles de controlar, de interceptar y las transacciones son más complejas de rastrear.
Un tercer factor tiene que ver con la migración irregular que es aprovechada por grupos criminales como el Tren de Aragua para expandirse.
IV: Acabas de visitar Chile, un país en el que el Tren de Aragua aprovechó corrientes migratorias para expandirse. ¿Qué otros factores hacen de Chile un país atractivo para las organizaciones criminales?
DF: Chile ofrece muchas ventajas que resultan atractivas para grupos criminales. Tiene muy buenos puertos, que son ejes fundamentales, principalmente para las drogas sintéticas y los precursores que se necesitan para producirla. Tienen muy buen acceso al Pacífico y una red eficiente de carreteras, sumado a unas fronteras sobre las que no tiene demasiado control, porque no estaban preparados para este tipo de fenómenos.
Además, tienen un sistema bancario con acceso al mundo, tienen el visa waiver con Estados Unidos, que significa que si uno consigue el pasaporte chileno, entra y sale de Estados Unidos sin visa.
IV: Estás nuevas dinámicas criminales en Chile han generado nuevos brotes de violencia, que es una característica del crimen organizado en América Latina.
DF: En América Latina las cifras de violencia son escalofriantes, aunque no exista ninguna guerra. Eso indica que los grupos locales tienen control sobre el territorio y que eso es lo que tienen para ofrecer. Entonces, si tú eres de la mafia Albanesa y quieres entrar a Guayaquil, tú no puedes entrar ahí nomás y abrir una oficina, tienes que entrar con alguien que te garantice la seguridad de la zona y que te muestre cómo funciona la cosa. Esos grupos están peleando en tierra las rutas más necesarias para las estructuras mucho más grandes y una vez que toman el control, la violencia baja, hasta que llegue alguien que quiera disputar ese control. Uno casi podría mapear las rutas, la conquista de territorio de diferentes grupos, en base a los picos de violencia que existen.
IV: ¿Cómo afecta este tipo de violencia a las poblaciones marginalizadas?
DF: La gente que vive en los barrios es la más afectada porque para avanzar en su control territorial los grupos usan violencia, extorsiones, secuestros. Ahora estamos viendo mucho el reclutamiento de niños cada vez más jóvenes. Antes, por ejemplo, en Centroamérica, la Mara Salvatrucha no intentaba reclutar gente de menos de 15 años, que también era terrible pero ahora se ven niños de 11 años con pistolas. Para la venta de droga, quienes hacen de vigilantes son ya niños de 8, 9, 10 años con sus celulares. El cambio cultural que va a traer todo eso es tremendo.
IV: Y cuando a eso se suman crisis económicas, las comunidades se vuelven aún más vulnerables.
DF: Sí, claro. Hace poco estábamos en Guayaquil (Ecuador) y ahí hay sectores donde la extorsión está tan extendida que muchas empresas se van. Eso implica mayor desempleo y genera un ciclo negativo muy fuerte, relacionado también con la ausencia del Estado. Entonces la gente ahí si no tienen apoyo, les ofrecen dinero y no ven más opción que aceptarlo.
IV: Has dicho que el problema de las estrategias actuales de los gobiernos es que no tienen en cuenta estas nuevas dinámicas. ¿Qué tipo de estrategias podrían resultar efectivas?
DF: En este momento no veo un modelo funcional, sino pedazos que podrían resultar en una estrategia. La manera en la que Italia usa la cárcel de forma más enfocada contra la mafia y no como el modelo de encarcelamiento masivo de Bukele en El Salvador, o Colombia, cuando entró con diferentes entidades del Estado, salud, educación, jueces, policía, para reconquistar territorios que habían sido ocupados por las FARC. Pero esos modelos no son fáciles y son muy costosos.
IV: Las cárceles, que en muchos países juegan un papel clave en el funcionamiento y operación de organizaciones criminales, forman parte importante de las estrategias actuales.
DF: En la mayoría de los países de América Latina, Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Bolivia, Perú, los grupos de crimen transnacional y los grupos de crimen local también, han descubierto que es más seguro estar dentro de la cárcel que fuera, eso es uno de los puntos claves en esta nueva ola que estamos viendo.
Al mismo tiempo, cuando los Estados no tienen recursos, es muy difícil que digan: Vamos a gastar un millón de dólares en arreglar el sistema carcelario.
IV: Algunos analistas dicen que una posible estrategia de largo plazo contra el crimen organizado es la regularización de las drogas ilícitas ¿Qué opinas sobre eso?
DF: Todos los estudios que yo he visto a través de los años sobre el uso de droga en todas las sociedades demuestran que desde los grupos indígenas en la región Amazónica, hasta Estados Unidos, Europa y hasta Mongolia, tienen un porcentaje de población que consume drogas, que es más o menos 10% en cada sociedad, o sea, es un fenómeno psicológico. Ese grupo de 10% consume el 90% de la droga. Entonces, uno puede enfocar los esfuerzos en controlar todo o en apoyar a ese 10% para que dejen de consumir o para controlar esa cosa de una forma regularizada para que no afecte al resto de la población.
Entonces, yo creo que hay que repensar la base de la represión, por lo menos de las drogas no tan fuertes. Porque la represión, en 50 años, no ha funcionado.
IV: Imagino que en todos tus años de trabajo habrás visto algunos ejemplos positivos de políticas públicas que sí funcionan.
DF: En Medellín (Colombia), que es el lugar de donde salieron muchos criminales como Pablo Escobar, el Estado hizo un gran esfuerzo para entrar a ciertas comunidades con salud, educación y proyectos para los jóvenes. Y ahí bajó dramáticamente el nivel de desempleo, de desafectación y de violencia. El problema es que solo duró unos años, y aunque tuvo gran impacto, no duró lo suficiente para generar cambios permanentes.
Pero el fenómeno más impresionante que he visto fue cuando estuve en África, con los niños soldados luego de las guerras de Sierra Leona y Liberia. Había un montón de muchachos que habían sido niños soldado, algunos tenían solo 9 años. Convencer a las comunidades de donde ellos venían de aceptarlos de regreso fue una cosa realmente impresionante. Estamos hablando de muchachos que habían matado violentamente a sus propios padres, a sus propios hermanos, o sea, cosas horribles y con el apoyo de la comunidad lograron salir adelante. Para mí fue el ejemplo más impresionante de que es posible tratar con cosas mucho peor que el uso de marihuana.
Entonces, yo creo que hay modelos, pero tiene que ser un proyecto de sociedad, no solo de Estado. El Estado no tiene esa capacidad por sí solo.
IV: Por último. ¿Cuál es tu perspectiva a futuro?
DF: Yo creo que viene un periodo muy difícil para América Latina. Estamos entre un autoritarismo muy atractivo, yo diría ideológicamente agnóstico, con gente como Bukele, Bolsonaro, Trump, Milei, cuya ideología es mantenerse en el poder, y el estado de Derecho. La falta de capacidad de los estados y el fenómeno que traen estos nuevos grupos extra regionales de incrementar y acelerar los procesos de corrupción en la región van a generar un futuro muy difícil.
Creo que en algún momento América Latina va a encontrar los modelos que más o menos funcionen, que llenen las expectativas de su población, pero tienen que surgir de la sociedad misma porque ni las fuerzas externas ni las clases políticas lo van a hacer.
Esta entrevista ha sido resumida y editada para mayor claridad.