Texto: Josefina Salomón
Aunque representan una minoría en el contexto de la población carcelaria de América Latina, las mujeres son el grupo que más rápido está creciendo. Karla Salazar Sánchez, investigadora y directora de FLACSO Costa Rica, dice que, además, muchas provienen de contextos de marginalidad, son jefas de hogar y cometieron delitos no violentos. Además, luego de cumplir sus penas, enfrentan el desafío de conseguir salir de los círculos de marginalidad que muchas veces las llevaron al delito, sin apoyo de los Estados.
Hablamos con Salazar Sánchez –quien participará en un panel en el seminario internacional organizado por Amassuru “El crimen organizado en América Latina desde un enfoque feminista” el 22 de noviembre—sobre las particularidades de la experiencia de las mujeres cuando son encarceladas y la efectividad de las políticas alternativas que algunos países están implementando.
In.Visibles (IV): ¿Cómo describirías el panorama de encarcelamiento de mujeres en América Latina?
Karla Salazar Sánchez (KSS): Lo que vemos es un incremento marcado de la población carcelaria de mujeres, particularmente en Argentina, Brasil, Colombia, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay y Uruguay.
En Centroamérica y en particular en Costa Rica, que son mis áreas de estudio, lo que vemos es un gran llamado de atención. Entre el 2000 y el 2022, la población carcelaria de mujeres aumentó un 60%, cuando la población carcelaria en general, aumentó un 30%. Además, sabemos que la mayoría de las mujeres están siendo privadas de la libertad por delitos asociados al crimen organizado, particularmente en relación al tráfico de drogas, en su mayoría ocupando los cargos más vulnerables y más precarizados.
Todo esto se da, en parte, porque hay una tendencia de la población a pensar que el encarcelamiento es la forma más adecuada para atender las situaciones de criminalidad, entonces busca que haya penas más severas, que haya más encarcelamiento, que las penas duren más años, que los procesos se agilicen y que las personas entren con más rapidez a la prisión.
IV: Hay muchas cuestiones relacionadas a las condiciones de encarcelamiento…
KSS: Si. Por un lado, la superpoblación como consecuencia del aumento del encarcelamiento.
El otro tema tiene que ver con las condiciones dentro de las prisiones. Y cuando pensamos en mujeres, todavía más porque el sistema penitenciario tiene una lógica masculina. ¿Qué cosas vemos ahí? El tema de las cuestiones de salud femenina que son poco atendidas, el tema de la maternidad también es muy complejo, y estamos hablando no solo de las mujeres que llegan en condiciones de embarazo, sino las que tienen a sus hijos e hijas mientras están privadas de libertad, lo que implica que muchas veces los niños y las niñas se crían en esos contextos o los que quedan fuera y ahí se generan muchos desafíos en cuanto a los vínculos. Las mujeres, aun cuando están dentro de la cárcel, siguen ejerciendo los roles de cuidado que tenían en el afuera y eso genera preocupaciones y muchas tensiones.
IV: ¿Qué tendencias ven en cuanto a las razones que llevan a las mujeres a entrar en conflicto con la ley?
KSS: Si uno ve el perfil de las mujeres privadas de la libertad, estamos hablando generalmente de mujeres jóvenes, jefas de hogar, con bajos niveles educativos, con una trayectoria laboral que ha sido generalmente precaria.
Estas mujeres en general cometen delitos relacionados a cuestiones económicas, y no a otros como contra la vida o delitos sexuales, por ejemplo, que tienen lógicas distintas. Vemos que son mujeres que están viendo cómo resolver la inmediatez, cómo pagar el alquiler, cómo pagar la alimentación de sus hijos. Una mujer que estaba encarcelada me dijo: “Yo ya llevaba tres días dándole agua con azúcar a mis hijos, entonces necesitaba resolver”. En ese contexto, y con Costa Rica como un importante país de paso, la venta de drogas aparece como una opción.
Además, tenemos que pensar en lo que les pasa a esas mujeres cuando cumplen sus condenas, en cuáles son los sistemas que van a recibirlas, que opciones de reinserción tienen, que son muy limitadas. Una vez que salen, ¿Cuáles son las condiciones distintas con las que se encuentran las mujeres para no reincidir? No existen.
IV: Se crea como un círculo vicioso…
KSS: Claro, se profundiza la marginación. Y muchas de ellas decían, por ejemplo, ya queda un prontuario (que dura 10 años). Entonces, si ya antes era difícil de por sí acceder a un empleo de calidad que cubra las garantías sociales y demás, ¿cómo hacer ahora que tras de eso tengo mi hoja manchada? Además, a eso hay que pensar que no necesariamente se ha resuelto el tema de la educación. Entonces, se reproduce esta lógica de trabajos informales, trabajos de emprendimientos que en realidad son trabajos de subsistencia, que no garantizan nada y que no logran resolver este ciclo de marginación en el que ellas han estado.
IV: ¿Cómo se diferencia la experiencia de varones y de mujeres dentro de los centros penitenciarios?
SSK: Acá en Costa Rica al menos, la vivencia penitenciaria es muy distinta. Los hombres hablan de una sensación constante de temor y de amenaza dentro del centro de privación de libertad. Uno de ellos decía: “Es que uno tiene que dormir como con un ojo abierto, por cualquier amenaza” y, además, hay una percepción muy alta de la corrupción a nivel de personal dentro del centro penitenciario. Con las mujeres, se percibe una sensación de más tranquilidad, incluso generan mejores vínculos y no duermen con ese temor de que en cualquier momento alguien las va a matar. No se puede generalizar, pero con lo que yo me encontré, al menos en Costa Rica, es eso.
IV: En toda la región estamos observando como las organizaciones criminales están cooptando las cárceles como espacios para establecerse, reclutar miembros y expandirse y desde donde operar. ¿Son estos fenómenos exclusivos de cárceles de varones?
SSK: Yo no creo que las cárceles de mujeres estén exentas de que permeen este tipo de organizaciones, el tema es que el vínculo que las mujeres tienen con estos grupos es diferente al de los hombres. Hay como dos grandes categorías: Las mujeres que son lideresas y las que son más instrumentos. Estas últimas son mujeres que siguen al pie de la letra indicaciones, que no toman decisiones y que no se perciben como parte de los grupos. Entonces, cuando llegan al centro penitenciario, no mantienen los vínculos con los grupos con quienes colaboraban y no tienen los elementos para reproducir las lógicas de estas estructuras dentro de los centros penitenciarios, porque en realidad no se conciben como parte de la organización.
Por otro lado, las mujeres que tienen algún papel de liderazgo, como gerentes de zona, distribuidoras, que tienen personas trabajándoles, ya sea para la venta al menudeo, o incluso para la distribución y todas las actividades conexas que puede haber en este tipo de mercado, ahí es donde podría haber más posibilidad de expandirse dentro de la cárcel, pero tampoco está muy expandido.
Yo estuve entrevistando a una señora que sí tenía un puesto de liderazgo. Ella estaba vinculada a una de las bandas más importantes que hay acá en Costa Rica. Ella sí mencionó que reproducía un poco la lógica de la banda dentro de la prisión y que en una época seguía respondiéndole a su grupo, estando privada de libertad. Pero yo pensaría que son los casos de excepción y que además no han llegado a tener el poder que han tenido otros grupos dentro de las prisiones de hombres.
IV: Costa Rica y Colombia han implementado algunas políticas alternativas a la prisión para mujeres involucradas en delitos de microtráfico de drogas. ¿Cómo evalúas estas políticas?
KSS: Estas políticas sin duda son necesarias. Yo creo que representan avances, aunque tímidos, para acercarnos a pensar las prisiones desde una lógica distinta y no exclusivamente desde la masculina. Porque además esto nos permite no solo pensar en cuestiones de género, sino en cuestiones incluso de clase. Es un acercamiento al problema desde una perspectiva más interseccional.
Yo creo que habría que pensar primero en cómo evitar que lleguen ahí y segundo, qué hacemos después para atajarlas una vez que salen del sistema penitenciario. Habría que pensar cuál es el alcance que tienen estas medidas y revisar también cuáles son los siguientes pasos a tomar para que las personas tengan otras oportunidades en la vida.
IV: Por último, ¿Qué perspectivas ves a futuro?
KSS: Pienso que se está avanzando en la sensibilización respecto a las particularidades que implica el género en materia de delitos y prisionalización. Hay que profundizar y que eso constituya en insumos para apoyar la toma de decisiones y la participación de las mujeres en esos procesos de toma de decisiones.
Hay mucho por hacer, pero pienso que no hay que soltar.
Esta entrevista ha sido resumida y editada para mayor claridad.
El seminario internacional de Amassuru: “El crimen organizado en América Latina desde un enfoque feminista” tendrá lugar en Buenos Aires, Argentina, el 22 de noviembre. Los detalles de suscripción y acceso a la transmisión del evento están disponibles aquí.