Pien Metaal: “El consenso mundial sobre las drogas está más lejos que nunca”

Algunos dicen que la guerra contra las drogas genera violaciones de derechos humanos, otros que es la única forma de combatir el poder de las organizaciones criminales. Mientras que las drogas ilícitas siguen ganando popularidad en todo el mundo, los gobiernos continúan ensayando nuevos abordajes, pero nada funciona completamente. Hablamos con una experta sobre el presente, y el futuro, de un debate complejo.

Por: Sergio Ortiz y Josefina Salomón  Ilustración: Jonh Gómez

En una semana, dos agencias de Naciones Unidas publicaron sus análisis sobre el estado de las drogas ilícitas en el mundo. Por un lado, el informe mundial sobre drogas de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) señala un nuevo aumento en la disponibilidad y demanda de drogas ilícitas, las que la agencia culpa por el aumento de la violencia y los daños medioambientales. Por otro lado, un documento del Relator Especial de Naciones Unidas sobre el derecho a la salud, el Dr. Tlaleng Mofokeng, hace un llamado a los Estados a priorizar un acercamiento a las políticas de drogas enfocado en una contención de daños y alejado del enfoque punitivo.

Muchos países, mientras tanto, han estado ensayando diversos abordajes. En Uruguay, por ejemplo, el mercado del cannabis está regulado desde hace más de una década y la Corte Suprema de Brasil acaba de despenalizar su consumo. Pero algunos gobiernos han dado marcha atrás con experimentos con la descriminalización de otras drogas luego de que dieron resultado menos exitosos – como en Oregon, donde un aumento del uso de drogas en público llevó a re-introducir penalidades.

Pien Metaal, una experta en políticas de droga, quien ha estado analizando el impacto de las prohibiciones durante décadas, dice que aunque los avances son positivos, la polarización de posiciones en cuanto a las políticas de regulación de drogas es preocupante.

Josefina Salomón (JS): El informe mundial de drogas de Naciones Unidas concluyó que ha habido un aumento en la producción y consumo de drogas. Al mismo tiempo, se ha documentado una expansión de la incidencia de grupos criminales y de la violencia que ejercen. ¿Por qué no han funcionado las estrategias que se han implementado hasta el momento? 

Pien Metaal (PM): El mercado de drogas es un mercado ilícito muy atractivo, que genera muchas ganancias. La prohibición de las drogas solo ha hecho que ese mercado sea aún más atractivo, más rentable. Mientras que no se reconozca que la prohibición es el problema, esto va a seguir por el mismo camino. Es llamativo ver que aun cuando los organismos de Naciones Unidas reconocen que el modelo actual de control de drogas tiene partes problemáticas, con cuestiones importantes como el derecho a la salud, que acaban siendo afectadas por la prohibición o que la erradicación forzada de cultivos tiene nefastas consecuencias, todavía no reconocen que es el modelo mismo [de prohibición] el que no funciona.

El mercado de drogas es un mercado ilícito muy atractivo, que genera muchas ganancias. La prohibición de las drogas solo ha hecho que ese mercado sea aún más atractivo, más rentable.

JS: Frente a la llamada “guerra contra las drogas” parece haber dos posiciones. Una que dice que genera violaciones de derechos humanos y otros daños y una segunda que dice que la amenaza es tan grande que hay que enfrentarla con la fuerza ¿Cómo se empatan ambas posiciones? 

PM: Si. Estamos viendo una enorme polarización entre las posiciones porque mientras algunos sectores quieren introducir el tema de derechos humanos en el debate, otros creen que esto no tiene nada que ver con la agenda de control de drogas. Hay un grupo de países que mantiene que la represión funciona y que esa es la estrategia que hay que seguir, a pesar de todo. 

Pareciera que el consenso mundial sobre las políticas de drogas está más lejos que nunca y creo que el último informe mundial de Naciones Unidas refleja eso. Pareciera que en este debate Naciones Unidas queda en el medio. Por un lado, llaman a respetar los derechos humanos y por el otro no reconocen que mucha de la violencia que surge es el resultado de una economía ilícita resultado de la prohibición que defienden. Y en ese sentido, creo que estamos cada vez más lejos de una solución porque los efectos de todo esto se han expandido por tantos territorios, por tantos espacios que todo se ha vuelto muy complejo.

JS: Hay algunos países que han experimentado con la descriminalización y hasta la regulación de drogas. En Portugal, por ejemplo, el ejercicio parece haber sido más positivo, pero en otros lugares, por ejemplo, Oregón en Estados Unidos, el modelo no fue exitoso y tuvieron que dar marcha atrás… ¿Por qué ocurre esto?

PM: Hay muchos modelos distintos de regulación que se han visto, particularmente en el tema del cannabis. 

En el caso de Portugal, el modelo de descriminalización fue exitoso porque el consumo de drogas se comenzó a ver como una cuestión de salud y no como una cuestión del delito penal o de orden público. Esto ha sido muy útil, más que nada en el tema de la heroína, porque no todas las drogas son iguales, y los usuarios de heroína fueron los más afectados por el sistema que los criminalizaba. Entonces el nuevo abordaje de políticas de salud pública ha llevado a una ganancia enorme en ese sentido porque el número de sobredosis ha bajado tremendamente.

Entiendo que en Oregon, parte del problema es que no existe un sistema de salud pública adecuado que debe servir de soporte y esa puede haber sido la razón principal por la que el modelo no funcionó. 


Cada país y cada sistema es distinto. Por un lado, está el caso de Uruguay, donde el cannabis entra bajo un sistema regulado por el Estado sobre todas las fases, desde la producción hasta la distribución para el consumo. En el caso de Estados Unidos hay un modelo más liberal, donde el mercado es el que define todo eso, con controles estatales claro, pero básicamente son modelos distintos. 

Hay avances pequeños en cada vez más países que buscan formas alternativas de regular, principalmente el cannabis. Son países pequeños, Malta, Luxemburgo y otros como Alemania que intentó regular, pero acaban todos con una descriminalización, pero todos son pasos positivos para quitar el consumo y la distribución del ámbito penal.

En el caso de Portugal, el modelo de descriminalización fue exitoso porque el consumo de drogas se comenzó a ver como una cuestión de salud y no como una cuestión del delito penal o de orden público.

JS: En todos los ejemplos hablamos del cannabis ¿Cómo funcionaría la regulación de la cocaína? 

PM: Pues ese es un debate que recién empieza. Yo creo que primero tendría que regularse con más éxito y escala más grande al cannabis, para demostrar que se puede convivir con esas sustancias de forma pacífica y que los efectos de la regulación son positivos. Pero ahí hay que evaluar cómo medir el éxito, cuáles van a ser los parámetros. El éxito de la “guerra contra las drogas” por ejemplo, se evalúa según el número de personas encarceladas, la cantidad de droga incautada. Entonces, cómo mediríamos los efectos de la regulación ¿la baja de los consumos problemáticos, la baja de la violencia? 

Hay mucho para desarrollar, pero si el enfoque de regulación tiene como punto de orientación la mejora de indicadores de salud pública y la reducción de la pobreza en poblaciones rurales dedicadas al cultivo de cannabis, coca o amapola, cambiaría la lógica del modelo de control a favor de la humanidad y la convivencia

JS: ¿Cuál es tu perspectiva hacia el futuro? 

PM: Yo creo que la polarización va a seguir, al menos en el corto y mediano plazo. Hay un buen sector de las sociedades que quieren soluciones fáciles y quieren simplemente políticas más duras contra los criminales y los traficantes, que siguen siendo la expresión del mal en nuestras sociedades y, honestamente, no veo cambios muy grandes en ese marco, ni liderazgo iluminado. 

Todavía no hay una percepción de que la violencia es, en parte, el resultado de la prohibición y que con una regulación se puede reducir la violencia. Pero hay una clara relación entre la prohibición y la violencia por el tema económico. Y claro, hasta que no haya más líderes políticos que apoyan esa idea, va a ser muy difícil llevarla adelante.

Lo que sí es una luz de esperanza es que finalmente, a lo mejor, el ámbito de control de drogas de Naciones Unidas reconocerá que cometió un error cuando en 1961 se incluyó en la Convención Única la prohibición del masticado de la hoja de coca, como también todos los usos tradicionales de cannabis y opio, consecuencia de una mirada colonial que predominaba. La revisión crítica que la Organización Mundial de la Salud está haciendo en la actualidad, para definir si la hoja de coca debe seguir estando bajo el nivel de control en el que está ahora. Ese sería un gran paso hacia adelante.